Y después de muchas líneas
¿por qué escribir algunas más?
¿acaso no me basto tantas hojas?
Será bueno quedarme de madrugada
buscando agradarla con meras palabras,
que hasta tengo que volver a repetirlas
sabiendo bien que no le hacen justicia.
Será propicio desvelarse de esta forma
tanto que el tiempo no para de pasar
y en energía eléctrica se ha de gastar.
Y si empiezo por su cintura ¿o su ombligo?,
mejor de sus mejillas ¿o sus oídos?,
quizá dejo para el final sus codos,
porque primero escribiría de sus dedos.
Ahhh, mejor escribo de sus ojos
como si siendo tan feliz de observarlos
podría negarme a detallarlos.
Otro tanto más para hablar de sus labios
como si no fuera suficiente con besarlos
e intento desesperadamente describirlos.
Que terquedad la mía cuando empiezo,
a poco se me ocurre escribir de su pelo
cuanto tardaría por cada uno de sus cabellos.
Y si con todas esas líneas no bastasen
déjame otro tanto para expresarme
que si voy a mi cama a echarme
perderé ideas que pueden agradarle.
Allí la diferencia entre una línea
y millones más que daré por ella,
porque cuando llegue y las lea
todo el desvelo valdrá la pena.
Mientras tanto otro poco he de escribir…
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