Hay momentos en que la vida me aleja de ti, en distancia o tiempo, es entonces que me
siento extraño, como si me faltara el aire, es allí que recuerdo que no importa nada mas que nuestra promesa de estar juntos, me anima el hecho de que pronto estaré a tu lado y en nuestra camita para descansar.
No imaginas lo feliz que me siento de haber sido capaz de
imaginarte dormida todas las noches en mis brazos, de haber tenido ilusiones y
delirios de recorrer con mis manos tu cintura a la altura de tu ombligo, de
recrear con mucho realismo el poder tocar con mis dedos, sin despertarte, cada
parte de tu rostro.
En todo caso sería mezquino
pensar que solo mi osadía en mis esquemas cerebrales me llevara a tan ansiada
recompensa, una osadía que lejos de ser castigada, he obtenido el premio que
tanto he deseado, el de ser por siempre tu esposo.
Te he puesto en un altar porque considero que así debe
de ser, sin embargo, espero que Dios no sienta que le estas robando su gloria, simplemente
porque en ti puedo verlo, amoroso, todopoderoso, capaz de darme el tesoro que
tanto he deseado.
Reyna de mi vida, a todas luces extrañable, tanto que me
es imposible separarme de ti por más de 48 horas o mil kilómetros de distancia; nuestra promesa sigue vigente porque se selló con un pacto perfecto regado de amor verdadero…
Te amo...
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